
En la década de los 40, un barco se hundió junto a Los Arcos (la reserva natural del sur de la bahía). El barco, sin embargo, no era común: tenía las puertas de oro. La profundidad a la que se encontraba la embarcación era de 80 brazas (unos 150 metros) y era imposible que alguien (con el equipo de aquel tiempo) llegara ahí.
Como todo tesoro misterioso, tenía un guardián: un mero gigante, con los ojos tan grandes como un plato.
Los mejores buzos trataron de sumergirse para desprender las valiosas puertas, pero no lograban regresar con el botín. Algunos volvían asustados alegando que el pez era del tamaño de una lancha. Otros simplemente no regresaban.
Es posible entonces que el barco, “el puertas de oro”, siga ahí. Y por supuesto, el mero también.
Una interesante interpretación de esta leyenda se desprende del libro recuerdos y sucesos de Puerto vallarta (Carlos Munguía, 2000): El paso obligado de la ruta mercante (de San Francisco, California, a Panamá) por la Bahía de Banderas, trajo, además de mercancía, historias de otras tierras que los españoles difundían entre los habitantes locales.
Una de esas historias fue la del Golden Gate, que los españoles nombraron en 1769 “La Puerta Dorada”. Posiblemente el barco que se hundió poseía este nombre, y cuando el chisme llegó a los costeños (“el ‘Puertas de oro’ se hundió”) con todo el imaginario del pueblo, no tardaron en crearle una leyenda que se mantiene viva aún más de trescientos años después.